Está la creencia que los vinos tintos deben tomarse a temperatura ambiente. Esto es un argumento bastante popular y puede ser cierto, pero no todo es así.
En el sitio Gastrolab se aclara que hay que tener en cuenta ciertas condiciones para que un vino mejore y lo podamos disfrutar más.
Por supuesto que la diferencia de temperaturas en verano y en invierno hacen que el “ambiente” no sea lo ideal para la bebida.
Hay que tener en cuenta también la procedencia del vino, por eso, la palabra “ambiente” se vuelve un poco ambigua.
Como indica el sitio Gastrolab, el mito surgió como saber popular en Europa antes del siglo XX, cuando las casas no tenían calefacción y eran mayormente frías.
Las bodegas de esos hogares, estas seguramente tenían una temperatura menor, por ende tenían las condiciones para conservar e incluso añejar un vino tinto.
Cada vino debe de conservarse a una temperatura distinta, porque no todos presentan las mismas cualidades. Están los considerados “ligeros” y los “acuerpados”, cuyos sabores difieren un poco. Para los ligeros, con poco cuerpo, afrutados o jóvenes, se recomienda su consumo ligeramente fresco, entre los 13 y los 18 grados centígrados, mientras que para los vinos con medio o mucho cuerpo y/o crianza, lo más recomendable es que lo sirvas entre los 15 y los 18 grados.
