Armin Laschet, el hombre del consenso de la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU), quiere coronarse como el sucesor de Angela Merkel en las elecciones federales de Alemania del próximo domingo, pero, aunque lo intenta, sigue sin encontrar la forma de heredar la popularidad que supo cultivar la canciller.
Francófono y europeísta, Laschet es considerado un hombre de consensos y en línea con el legado político de Merkel. “Una ruptura con Angela Merkel sería exactamente una mala señal”, reiteró en varias ocasiones. en un intento por captar algo de la popularidad de la canciller.
Gran defensor de las políticas de inmigración e integración, fue uno de los pocos que apoyó a la canciller en su decisión de recibir a cientos de miles de migrantes de Siria y Afganistán en 2015, convicción que se remonta, al menos, a 2009, cuando declaró que la diversidad étnica no era “una amenaza, sino un reto y una oportunidad”, recordó la agencia de noticias AFP.
El candidato de la CDU, gobernador desde 2017 de Renania del Norte-Westfalia, el estado más poblado del país, nació en 1961 en Aquisgrán, una ciudad ubicada en la frontera con Bélgica y Países Bajos, donde fue criado en el seno de una familia católica practicante. Su padre trabajaba como minero.
Si bien su programa electoral a días de los comicios no está completamente definido, prefiere no hacer experimentos durante la campaña, algo que parece haber aprendido de Merkel.
Esta forma más cautelosa, que no da espacio a la espontaneidad, supone un esfuerzo para generar una mayor aceptación de su figura y conquistar a la opinión pública, luego de los tropiezos que en los últimos meses le valieron varias críticas a su derrotero.
Laschet carece de enemigos declarados, pero se lo tildó de “indeciso” que actúa a veces “sin reflexionar” cuando al principio de la pandemia rechazó las medidas estrictas y luego impuso el primer confinamiento local del país tras un brote en un matadero. También debió disculparse por afirmar que los trabajadores del este de Europa de esa empresa habían traído el virus.
También se lo acusó de “nepotismo” cuando compró barbijos a una empresa vinculada con su hijo, y se le crítico su gestión de las inundaciones de julio que dejaron 90 muertes y su torpeza al reírse en una ceremonia de homenaje a las víctimas.
Sin embargo, una de sus principales virtudes es su capacidad de reconciliar posiciones encontradas, un don central en un partido, parlamento y continente marcados por las tensiones internas.