La realidad, como siempre, nos supera, y esta medida política que el Gobierno puso en marcha para reemplazar a Kulfas, nada tiene que ver con mejorar la economía Argentina, por el contrario, no parece que nadie se preocupara por la inflación y sus consecuencias.
Daniel Scioli, el hombre que el Gobierno tiene designado para ocupar la silla del ministerio de Desarrollo Productivo tendrá un desafío impar. Por un lado, deberá gestionar la cartera de Producción en todas las áreas que su antecesor Matías Kulfas supo forjar y transitar. Por otro, será un ministro que asumirá la conducción del ciclo productivo con una economía que se enfría de forma progresiva, y que no podrá invertir ese ciclo.
La primera es una agenda nutrida que debe sostenerse y que representa numerosos compromisos. Siempre en el plano técnico, esos compromisos no sólo deben ser rápidamente asumidos, sino también reforzados para dar una idea de continuidad que es estratégica en áreas como son la energía y las materias primas, entre muchas otras.
Scioli será un ministro que asumirá con una carga especial. La inflación, que está frenando el crecimiento económico en el mundo, también lo hace en la Argentina. Las últimas cifras hablan: según el Indec, la actividad económica creció 4,8 por ciento en marzo en términos interanuales, pero registró una caída de 0,7 por ciento en comparación con febrero.
Además, el nuevo ministro deberá enfrentarse con varios enemigos: la falta de dólares y el impacto del shock externo en la economía local. Esto último podría entenderse como la sumatoria de mayores costos globales en fletes, obturación de las cadenas de valor, escalamiento de los precios internacionales y profecías autocumplidas, al cerrar los países productores de alimentos las líneas de exportación y generar una nueva ola de incrementos y mayor inflación.
Por otro lado, el Banco Central cerró mayo con 935 millones de dólares a favor. Pero a la entidad monetaria se le viene haciendo difícil la compra de dólares, ya que hasta esa fecha el saldo neto desde el arranque del año apenas alcanzaba los 1.047 millones, una cifra que luce mucho más baja que los 5.728 millones adquiridos en el mismo periodo del año pasado.
Lo relevante en todo esto es la propia definición del Gobierno y el FMI, de lo que tienen pensado para el país: la economía tiene que crecer a una velocidad que sea compatible con el objetivo de acumulación de reservas. La realidad es que ese objetivo también está golpeando la economía, aumentando los índices de inflación.
En este sentido, Scioli deberá encargarse de calmar las aguas entre empresarios e industrias para que no se desanimen con una situación que no les permite mejorar. De esta manera, el nuevo ministre será sólo un títere político, cuya gestión quedará relegada a un plano únicamente de mandato.